Vivir fuera mola. En eso estamos casi todos de acuerdo. Yo personalmente disfruto con cosas nuevas, con un ambiente distinto al que no estoy acostumbrada. No por masoquismo, sino porque es el perfecto repelente de la rutina. Una ciudad distinta de aquella en que creciste tiene tantos contrastes que ofrecer, que cada paseo es una experencia nueva. Yo sigo yendo por Glasgow y Edinburgo descubriendo rincones en los que nunca había reparado antes andando por una calle por la que siempre voy. Y eso me mantiene despierta, interesada, viva. No me llevo ni me llevé nunca bien con la rutina, cosa que entiendo puede sacar de quicio al personal, porque me aburro con una facilidad insultante. Y un cambio de escenario es la fórmula perfecta para volver a salir de mi zona de comodidad absoluta y volver a despertar ese duende curioso con ansia de aprender. De aprender la red de metro o tren de la zona como llegué a conocer la de Madrid, de conocer un puñado de restaurantes y bares y poder elegir mis 5 favoritos, de sentirme cómoda paseando por las calles principales y no tener que tirar de Google Maps para encontrar la estación, de sentir que eres un poco ciudadana de ese lugar, de que durante ese tiempo que pases pateando sus calles o museos, sus montañas o alrededores, dejaste un trocito de ti en ese escenario.
Lo chungo empieza a ocurrir cuando comienzas a dejar trocitos de ti en tantos lugares que ese duende curioso siempre está echando de menos volver. Volver a ese café tan especial en Dublín. A esa playa de Cádiz, a ese bar de copas de Baiona, a ese parque de Edinburgo, a ese restaurante con las mejores tapas de Jerez. A ese hogar en Madrid. O a esa cervecería de Glasgow. Cada uno tendrá sus rincones del globo donde una vez dejó ese trocito suyo al sentir que ese era como su segundo hogar.
Viajar te abre los ojos y la mente. Te hace salir de una comodidad simplista y casera, y crecer. Conoces gente nueva que te habla de otros sitios que nunca viste, y entras en una espiral de mono de viaje, y ansias de seguir conociendo sitios, de poder tener ese bagaje de historias y vivencias en diferentes partes del mundo. Es adictivo. Quien lo probó, lo sabe.
¿A dónde voy con esto? No lo se ni yo. Sólo se que me he encontrado conmigo misma sentada en mi asiento de un vuelo a punto de salir de Londres y me ha entrado una oleada de morriña gorda. Me di cuenta que aquel que esté detrás de la función aleatoria de Spotify hoy estaba afilandose los colmillos pasándome canciones que lo unico que hacían era recordarme. Mil momentos, mil sitios, y mil trocitos que voy dejando por ahí.. Y me doy cuenta que yo solita me he metido en un percal inmenso en el que me voy a tener que acostumbrar a echar de menos. Cuando estoy trabajando, echo de menos estar en familia en Madrid, o llorando de la risa con una copa de vino y sentada a la mesa con mis amigas del colegio. Cuando estoy en Madrid, echo de menos volar. Cuando estoy aquí, echo de menos estar allí. Cuando estoy contigo, echo de menos no estar con él. Cuando hace sol, echo de menos la nieve. Cuando nieva echo de menos el sol.
Vivir fuera es una jodida condena a la locura. Al ansia. Al anhelo de volver a subirte a ese avión que te lleve de vuelta a ……………….(llenar puntos suspensivos con el sitio en el que dejaste el trocito más grande de ti).
En inglaterra mucha gente cuando te está conociendo te pregunta que dónde está tu home. Tu hogar (que en español suena cutre que te cagas). Y yo llevaba mucho mucho tiempo confusa. Me encontre contestando cosas distintas de vez en cuando. Según me diera ese día. Hoy en el coche con mi padre hablábamos sobre lo movidito que fue el 2014 para mí. Madrid, Amsterdam, Jerez, Baiona, Madrid, Exeter, Glasgow. muchas mudanzas y muchos trocitos esparcidos por la geografía europea. De ahí deriva lógicamente la feria mental que tenía sobre dónde esta mi hogar. Pues señores y señoras, despegando de Londres esta noche, me he dado cuenta de donde está. Juraré siempre que no esta influenciado por las canciones lentas del Demonio Aleatorio de Spotify, pero con banda sonora de Sigur Ros, entre ojos nublados, vi muy muy claro que mi casa es y siempre será Madrid. Ese sitio en el que cada calle tiene un recuerdo entre alfileres. En el que sé exactamente el tiempo que necesito para ir de un sitio a otro. En el que sigo sin saber si el bus vao esta de subida o de bajada en la A6 despues de 21 años. En el que aunque vuelva despues de 3 meses seguimos riéndonos como si nos hubiéramos visto ayer. En el que inevitablemente te encuentras a alguien conocido de fiesta siempre. En el que siempre siempre siempre tienes un abrazo de bienvenida y otro más largo y sentido cuando te vas.
Paro ya que aterrizamos pronto en Glasgow y no quiero andar por allí con churretones de rimmel en descenso por mis mejillas. Empecé el post con tristeza, pensando que vivir permanentemente fuera es un complicarse la vida, sintiendo lástima por mi misma por estar siempre echando de menos. Te vas a joder Spotify, tú y tus malditas baladas os vais a tener que esperar a verme caer. Gracias a vivir fuera, jamás me olvidaré de esta lección. Jamás me aburriré de mi Madrid al que muchos madrileños ya no miran igual que al principio. Te prometo que seguiré quedándome embelesada con tus fachadas al conducir por la Gran Via como la primera vez. Que seguiré bajando la ventana del coche cuando me regales ese sol tuyo, y nunca me oirás quejarme de tu ruido. Te prometo que seguiré poniéndome nerviosa al coger la salida 18 a las Rozas y te garantizo que cuando vea un cartel indicando Barajas sentiré una pena terrible al volver a tener que decirte adiós.
Madrid, te prometo que nunca dejaré que le entre ese fantasma de la rutina a ese trocito de mí que deje contigo cuando me fui un marzo de 2012.
Gracias a quien me metió ese duende de viajar, que es responsable de que haya podido aprender tanto de otras culturas y lugares, y aunque aún me quedan muchas vueltas al mundo que dar, puedo decir , en mi humilde opinión de peregrina, que como en casa en ningun sitio, señores.
Gracias a todos los que hacéis que no pueda dejar pasar mucho tiempo antes de morir de ganas de volver. Sabéis quienes sois.
Jesús, parece que me acaban de dar un Oscar entre tantos agradecimientos. Acabamos de aterrizar en Glasgow. Menos 5 grados y todo nevado. «Welcome home» dice la azafata de British Airways. No me líes mujer que justo ahora me estaba aclarando con mi Home….
Os dejo de liar a vosotros también. Último empujón mañana y a disfrutar del finde! Hacedme un favor. Hagáis lo que hagáis, hacedlo disfrutando. Que hasta tender la ropa puede no ser rutinario si te pones temazos para hacerlo !!!
Besos y abrazos,
Miz